jueves, 13 de julio de 2023

DAVID HUME

 

DAVID HUME

David Hume nació en Edimburgo (Escocia) el 7 de mayo de 1711 en una familia perteneciente a la pequeña nobleza de la frontera con Inglaterra. Fue el menor de tres hermanos. Su padre, abogado, falleció en 1714 cuando David era aún pequeño y su madre se fue entonces a vivir a Ninewells para criar a sus hijos con su cuñado. En 1722 entró en el Colegio de Edimburgo, donde tuvo por profesores a discípulos de Newton y leyó a los poetas latinos y a los escritores ingleses.
En la primera carta que se conserva suya, que escribió con 16 años, Hume ya habla de la posibilidad de "investigar el espíritu humano". Así que, hastiado por los estudios de leyes, pasó un periodo de crisis en 1734 que evoca en una carta a John Arbuthnot. Se trataba de una «insuperable aversión hacia toda cosa salvo los estudios de filosofía y el saber en general». Rehusando así ser abogado, marchó a Bristol para intentar ganarse la vida con el comercio antes de viajar a Francia y permanecer allí casi tres años, residiendo primero en Reims y luego en La Flèche (actual Sarthe) entre 1735 y 1737. Ya con 26 años acabó de redactar su Tratado de la naturaleza humana. La lectura de John Locke y del obispo y filósofo irlandés George Berkeley y su distinción entre razón y sentidos había despertado su crítica al concepto de causalidad, y Hume llevó aún más lejos sus principios intentando demostrar que la razón y sus juicios son meras asociaciones habituales de diferentes sensaciones o experiencias.

En 1734, tras unos meses en Bristol, dejó el estudio autodidacta y se trasladó a La Flèche (AnjouFrancia). Durante los cuatro años que permaneció allí, diseñó su plan de vida, como escribiría en De mi propia vida (1776), decidiendo «hacer que una estricta frugalidad supla mi falta de fortuna, para mantener mi independencia intacta, y para considerar todas las cosas prescindibles excepto la mejoría de mi talento para la literatura».

En La Flèche completó el Tratado de la naturaleza humana (1739) a la edad de veintiséis años. Aunque hoy en día se considera al Tratado el trabajo más importante de Hume y uno de los libros más relevantes de la historia de la filosofía, el público británico le dispensó una fría acogida. El mismo Hume describió la falta de reacción popular ante la publicación de su Tratado en 1739-1740 al escribir del libro que «nació muerto desde la imprenta, sin ni siquiera alcanzar la distinción necesaria para levantar un murmullo entre los fanáticos. Pero, siendo de temperamento alegre y optimista, me recuperé pronto de la decepción y proseguí con ardor mis estudios». Entonces escribiría un resumen de un libro publicado recientemente titulado Tratado de la naturaleza humana, donde el argumento central del libro se ilustra y explica. Sin revelar su autoría, intentó hacer su trabajo más inteligible acortándolo, pero incluso esta labor publicitaria erró en su propósito de despertar el interés en el Tratado.

Tras la publicación de Ensayos de moral y política en 1744 solicitó una cátedra de ética y pneumática (psicología) en la Universidad de Edimburgo, pero fue rechazado. Durante la Rebelión Jacobita de 1745 fue tutor del Marqués de Annandale. Fue entonces cuando comenzó su gran trabajo histórico, la Historia de Inglaterra, obra publicada en seis volúmenes entre 1754 y 1762 que alcanzaría un éxito considerable, a diferencia de lo que ocurrió con el Tratado.

Reconocimiento de su obra

Hume se granjeó notoriedad como ensayista e historiador. Los seis volúmenes de su Historia de Inglaterra abarcan desde los reinos sajones hasta la Revolución Gloriosa de 1688; se vendió mucho en su época. En ella, Hume presentaba al hombre como una criatura de costumbres, predispuesto a someterse en silencio al gobierno establecido a menos que se enfrente a la incertidumbre. Según él, solo las diferencias religiosas podían desviar al hombre de sus vidas cotidianas para hacerle pensar en política. Gracias a las críticas de sus obras, su libros iban recibiendo más atención por parte de estudiosos. Como señala Paul Strathern, el espaldarazo definitivo lo recibió al tener todos sus libros en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia católica.

El ensayo de Hume De la superstición y la religión estableció las bases del pensamiento laico. Los críticos con la religión de la época de Hume tenían que expresarse con cautela. Apenas 15 años antes del nacimiento de Hume, un estudiante de dieciocho años, Thomas Aikenhead, fue juzgado por decir públicamente que el cristianismo era un sinsentido, blasfemia por la que sería ahorcado. Hume siguió la práctica habitual de expresar sus puntos de vista indirectamente, a través de personajes que dialogaban en su obra. Además, no reclamó la autoría del Tratado hasta el año de su muerte, en 1776. Sus ensayos Del suicidio, y De la inmortalidad del alma y sus Diálogos sobre la religión no se publicarían hasta después de su muerte, y aun así Hume no figuraba en ellos en los nombres del autor ni del editor. Hume fue tan hábil camuflando sus ideas que a día de hoy todavía se discute si en realidad era deísta o ateo. A pesar de ello, se le denegaron muchos cargos por declararse ateo.

Hay un relato (probablemente falso) sobre David Hume y su supuesto ateísmo. En él, Hume cae de su caballo en un barrizal y se empieza a hundir. Entonces pasa por allí una anciana y pía dama. Cuando ve al célebre ateo agitando sus brazos en un intento de salvar su vida se acerca al borde y le mira. Hume le suplica a la dama que le acerque una rama para poder escapar, pero ella responde que se niega a menos que proclame su devoción a Dios Todopoderoso. Hume finalmente hace lo que le pide y la dama le ayuda a salir.

De 1763 a 1765 Hume ejerció como secretario de Lord Hertford en París, donde se ganó la admiración de Voltaire y fue agasajado por las damas de la alta sociedad. Allí trabó una amistad con Rousseau que más tarde se estropearía. Escribió sobre su estancia en París «A menudo añoré la tosquedad de The Poker Club de Edimburgo... para corregir y rectificar tanta exquisitez». En 1768 se estableció en Edimburgo. En 1770, el filósofo alemán Immanuel Kant avivó el interés por los trabajos filosóficos de Hume al declarar que le habían despertado de «sueños dogmáticos» (circa) y desde entonces gozó del reconocimiento que había perseguido durante toda su vida.

Muerte

James Boswell visitó a Hume pocas semanas antes de su muerte. Hume le dijo que sinceramente veía la vida después de la muerte como «el capricho más irracional». Hume escribió su propio epitafio: «Nacido en 1711, Muerto en 1776. Dejando a la posteridad que añada el resto», que está grabado conjuntamente con el año de su fallecimiento en la «sencilla tumba romana» que dejó escrito que prefería y que está situada, como deseaba, en la ladera este de Calton Hill, desde la que se ve su casa, en el número 1 de St David Street del New Town de Edimburgo.

Continuó hasta el final perfectamente sensato y libre de mucho dolor o sentimientos de angustia. Nunca dejó caer la más mínima expresión de impaciencia; pero cuando tuvo ocasión de hablar a la gente de él, lo hizo siempre con cariño y ternura. Pensé que era impropio escribirte para traerte, especialmente porque escuché que te había dictado una carta en la que deseaba que no vinieras. Cuando se puso muy débil, le costó un esfuerzo hablar, y murió en una serenidad mental tan feliz, que nada podía superarla.

Su tumba se encuentra, como él lo deseaba, en la ladera suroeste de Calton Hill, en el cementerio Old Calton. Adam Smith contó más tarde la divertida especulación de Hume de que podría pedirle a Caronte, el barquero de Hades, que le permitiera unos años más de vida para ver "la caída de algunos de los sistemas de superstición prevalecientes". El barquero respondió: "Tú, pícaro merodeador, eso no sucederá en estos cientos de años... Entra en el bote ahora mismo". Smith compuso un elogio para Hume poco después de la muerte y se encuentra como pieza complementaria de su breve autobiografía publicada póstumamente, Mi vida (1776).

Filosofía

Aunque Hume escribió sus obras en el siglo xviii, su trabajo sigue siendo relevante en las disputas filosóficas de la actualidad, lo que contrasta con las aportaciones de muchos de sus contemporáneos. En Tratado de la naturaleza humana, Hume explica cómo la ciencia del hombre es "la única base sólida para las otras ciencias" y que el método de esta ciencia requiere tanto la experiencia como la observación como fundamentos de un argumento lógico. Como se lee en la Enciclopedia de obras de Filosofía de Franco Volpi
, «las ciencias empíricas del espíritu han de formular el conjunto de leyes sencillas y universalmente válidas [...] Según Hume, este conjunto es la naturaleza del hombre».
​ Con respecto a esto, el historiador y filósofo Frederick Copleston sugiere que "el plan de Hume es extender a la filosofía en general las limitaciones metodológicas de la física newtoniana". La filosofía de Hume y las escuelas de pensamiento influenciadas por él también se conocen como "humeanismo".​ A continuación se ofrece un sumario de sus trabajos filosóficos más influyentes:

Empirismo

Una doctrina central de la filosofía de Hume, enunciada en las primeras líneas del Tratado de la naturaleza humana es que la mente se compone de percepciones, o de los objetos mentales que le son presentes, y que se dividen en dos categorías: "Todas las percepciones de la mente humana se resuelve en dos clases distintas, que llamaré impresiones e ideas".​ Hume creía que "no sería muy necesario emplear muchas palabras para explicar esta distinción".Las percepciones o impresiones son “todo lo que puede estar presente a la mente, sea que empleemos nuestros sentidos, o que estemos movidos por la pasión o que ejerzamos nuestro pensamiento y nuestra reflexión”.​ Las ideas son impresiones "débiles". Por ejemplo, experimentar la dolorosa sensación de tocar el mango de una sartén caliente es más contundente que simplemente pensar en tocar una sartén caliente


David Hume (a quien los ingleses identifican como "un filósofo inglés", mientras que el resto del mundo, con gran satisfacción de los escoceses, reconoce como "un filósofo escocés") nació en Edimburgo en 1711 y murió a los 65 años de edad, culminando una vida caracterizada por inmensa y original creatividad filosófica, pero vivida en ausencia casi total de reconocimientos oficiales. Hume estudió leyes en la Universidad de Edimburgo pero abandonó la carrera antes de terminarla, en aras de su interés en la filosofia. A los 29 años de edad publicó su primer libro, A treatise of human nature ("Tratado de la naturaleza humana") que según el propio autor "nació muerto de las prensas" pero que lo estimuló a dar a luz un año más tarde un Sumario del mismo libro, y siete años después, al Enquiry concerning human understanding ("Investigación sobre el conocimiento humano"), que contiene como capítulo X su famoso ensayo sobre los milagros, y que además fue el libro que despertó a Kant de sus "sueños dogmáticos". También escribió sus polémicos Dialogues concerning natural religion ("Diálogos sobre la religión natural") que, por instrucciones del propio Hume, se publicaron hasta después de su muerte, en 1779. Esta decisión, así como todo lo demás que se sabe de Hume, es compatible con lo que él mismo escribió en su "oración fúnebre":
Yo era un individuo de disposición moderada, con dominio de mi temperamento, de humor abierto, sociable y alegre, capaz de establecer amistades, con poca susceptibilidad a hacer enemigos y con gran moderación de todas mis pasiones. Hasta mi gran amor por la fama literaria, mi principal pasión, nunca me agrió el carácter, a pesar de mis frecuentes decepciones.


David Hume (1711-1776)

Hume llevó el empirismo de Locke y Berkeley hasta sus últimas consecuencias, haciéndolo al mismo tiempo congruente e increíble; de hecho, ni el mismo Hume pudo actuar en forma rigurosa de acuerdo con sus propias ideas, ni tampoco pudo encontrarle solución a los problemas creados por ellas. Al principio de su Treatise, Hume acepta la inexistencia de las ideas o conceptos a priori pero en cambio diseca las "ideas" de Locke en dos clases diferentes, las impresiones, derivadas de las sensaciones recogidas por los sentidos, y las ideas, conjuradas por la mente. En cada una de estas dos clases de eventos mentales se distinguen tipos simples y complejos, y absolutamente nada más. Una impresión simple sería la producida por la percepción del canto de un pájaro, mientras que una idea simple sería la imagen de un pájaro conjurada por la mente. Aquí Hume reitera que existe una relación muy cercana entre las impresiones y las ideas simples, en vista de que las segundas siempre se derivan de las primeras; en cambio, las ideas complejas pueden construirse a partir de las ideas simples y no pertenecer a ningún objeto real, como la idea del unicornio o del pegaso, o (el ejemplo de Hume) la idea de una ciudad con calles recubiertas de oro y paredes de rubíes. El hecho es que los elementos que contribuyen a una idea compleja provienen, en última instancia, de impresiones sensoriales o de definiciones ostensivas. Éste es uno de los credos del empirismo.

Hume también eliminó el concepto de sustancia de la psicología, que ya Berkeley había expulsado de la física, al negar que exista la impresión (y por lo tanto, la idea) del "yo", ya que la introspección siempre es de algún dato sensorial, como luz, calor, odio, dolor o placer, pero nunca del "yo". En otras palabras, las ideas no percibidas de cosas o eventos siempre pueden definirse en términos de impresiones percibidas de cosas o eventos, por lo que sustituyendo el término definido por la definición se puede señalar lo que se sabe empíricamente, obviando la necesidad de introducir cosas o eventos no percibidos. Esto se deriva del credo empirista mencionado antes, y en los tiempos de Hume tenía gran importancia, en vista de que se deshacía no sólo de la noción metafísica de "sustancia", sino también de la noción teológica de "alma", y de la noción epistemológica de "sujeto" y "objeto". Naturalmente, el argumento no prueba la inexistencia de tales nociones, sino sólo nuestra incapacidad para afirmar o negar su existencia.

En la sección titulada "Sobre el conocimiento y la probabilidad", de su mismo Treatise, Hume examina los problemas relacionados con el conocimiento obtenido a partir de datos empíricos por medio de inferencias no demostrativas, que es prácticamente todo el conocimiento excepto la lógica, las matemáticas y la observación directa. Hume señala que existen siete clases de relaciones filosóficas: semejanza, identidad, relaciones de tiempo y sitio, proporción en cantidad, grado de cualquier cualidad, contradicción y causalidad. Estas siete clases de relaciones pueden dividirse en dos tipos: las que dependen exclusivamente de las ideas, y las que pueden cambiar sin modificar a las ideas. Entre las primeras están semejanza, contradicción, grados de cualidad y proporciones de cantidad o número, que son las que generan conocimiento cierto; en cambio, entre las segundas están la identidad, las relaciones espacio-temporales y de causalidad, que conducen a conocimiento probable. Las matemáticas (la aritmética y el álgebra, pero no la geometría) son las únicas ciencias, según Hume, que toleran razonamientos prolongados sin pérdida de la certeza. Tanto la identidad como las relaciones espacio-temporales pueden apreciarse directamente y dan origen a impresiones, mientras que la causalidad es una forma de relación que nos permite inferir una cosa o evento a partir de otra. En efecto, podemos percibir que A es idéntica a B, o bien que A está debajo o encima de B, o que A aparece antes o después de B, pero no podemos percibir que A causa a B; no tenemos una impresión de la relación causal. Tanto la filosofía escolástica como la cartesiana consideran a la conexión causa-efecto como lógicamente necesaria, del mismo modo que las operaciones matemáticas (las correctas, desde luego) son lógicamente necesarias. Hume fue el primero en refutar este concepto, señalando que la causalidad no puede descubrirse entre las propiedades de los distintos objetos o eventos:

No existe ningún objeto que implique la existencia de otro cuando consideramos a ambos objetos en sí mismos, sin mirar más allá de las ideas que nos formamos de ellos.


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